El mejor café que tenga (IV parte) Una jugada maestra



El hombre del HVA en Angola habló con Wolf y le pidió que se comunicase con las autoridades cubanas para evitar que se detuviese inmediatamente al traidor; Wolf replicó que lo mejor era que él mismo diese la instrucción a León porque si no, pasarían algunos días y se podía perder todo el trabajo hecho. Por la tarde de aquel día, el agente alemán Jürgen Feldmann se entrevistó con León y le dijo que liberasen a Castells, ya que su ausencia podría poner en alerta a la inteligencia sudafricana y pidió también, que al oficial traidor no se le detuviese. 

Feldmann tampoco perdió tiempo y decidió aprovechar que el traidor estaba fuera del hotel para entrar en su habitación y revisar de cabo a rabo todas las pertenencias del sujeto. No encontró nada llamativo ni que alertase su instinto de cazador salvo unas 5 cajas de zapatos, algo que le pareció sumamente raro y decidió tocar el colchón por todos los lados. Tenía una ranura por la parte inferior izquierda y descubrió varios fajos de dólares junto con un pasaporte de Swazilandia. Viendo esto, entendió que el joven planeaba hacer sus últimas entregas y luego desertar e irse a este pequeño país donde luego seguramente terminaría trabajando en algún punto de Sudáfrica. Lo extraño era que el traidor siempre estuvo en compañía de otros soldados, casi nunca salía del hotel y cuando lo hacía estaba siempre en compañía de otros soldados por lo cual era muy rara toda la situación. Imaginó que toda la trama se realizaba en la habitación. Preguntó a la seguridad del hotel si había alguna persona de nacionalidad no cubana que entrase en las habitaciones y le respondieron que no, solamente las mujeres que hacían el servicio de limpieza. 

Los dormitorios del hotel eran cubiertos por unas 4 mucamas, una por cada piso. Ese día se decidió que la que hacía la habitación del traidor fuese cambiada a otro piso y que cuando terminase su turno, fuese interrogada. Y así fue, la mujer estaba muy nerviosa, casi lloró cuando llegaron los guerrilleros angoleños, quienes la amenazaron con cortarle la cabeza. Ella cantó rápido y dijo que el traidor siempre le daba un papel y que luego al ir a casa ella lo dejaba en un baño de un bar, por lo cual ella no tenía contacto con el agente que recogía la información. Por contraparte, el pago se hacía de la siguiente forma: dentro de la bolsa de basura que ella tenía para hacer la limpieza, cada viernes había una caja de zapatos llena de dinero, la cual ella dejaba debajo del colchón de la habitación. De vez en cuando, ella robaba algunos billetes de la caja, lo cual pasaba desapercibido.

Esto hizo pensar a Feldmann, quien imaginó que sería un poco engorroso detener al agente de los sudafricanos y que quizá habría varios canales de comunicación entre el agente y los oficiales por lo que podrían demorar algunos días y el tiempo era algo del cual no disponían. Volvió a entrevistarse con León y le habló de la posibilidad de tender una trampa a los sudafricanos e infligirles una derrota que pudiera acelerar el proceso de paz a favor de los comunistas. León dijo que era una buena idea pero que debía consultarla con su par, Jorge Risquet Valdés.

Se entrevistaron de inmediato y se acordó que en dos días se haría una gran emboscada a los ejércitos sudafricanos en Namibia, los soviéticos bombardearían la artillería pesada de los afrikáners y el resto estaría en manos de los cubanos, los cuales al ganar la batalla harían el amago de ir a Windhoek. Al traidor nunca se le detuvo sino se le dejó que siguiera su actividad como espía y a Arnaldo Castells se le dijo que cuando se reportase con la agente sudafricana, confirmase un posible ataque por parte de los cubanos.

Una vez Arnaldo volvió a la libertad, tuvo mucho trabajo que hacer pero finalmente por la noche pudo llamar a su esposa, la cual finalmente respondió la llamada:
-Hola querida, ¡Tanto tiempo! Te extraño muchísimo.
-Arnaldito, pero que te ha pasado, pensaba que te había sucedido algo, especialmente cuando mis padres preguntaron por ti hace algunos días. ¿Todo bien?
-Si beba, no te preocupes. No te hagas ilusiones pero creo que en unas semanas estaremos volviendo, esta cosa va bien y pronto nos vamos pa’ lla.
-Que emoción eso que me cuentas.
-Bueno no te puedo decir más y tengo que colgar porque en la cola hay como 15 personas más que quieren llamar.
-Si Arnaldito, gracias por llamar, ¡te amo!
-Y yo a ti beba.

Esa noche Arnaldo Castells durmió en santa paz, después de varias noches de estrés, por fin pudo visualizar que el futuro le sonreía.

Al día siguiente, a primera hora empezó una reunión que involucraba a León, Risquet Valdés, Feldmann, el general de la inteligencia militar soviética y un general soviético que decidía sobre las pocas tropas rusas que había en territorio angoleño, esto incluía a la aviación. El plan fue diseñado por Feldmann, quien tenía estudios militares en Moscú y que además había luchado en el Ejército Rojo cuando tenía unos 19 años. Era un firme creyente en la revolución internacional, donde coincidía con los postulados de Trotsky aunque obviamente esto nunca lo develó mientras Stalin vivía. Era como Wolf, de origen hebreo, por lo que hablaba también varios idiomas y era un ratón de biblioteca. La idea del ataque se concentraba en bombardear los tanques sudafricanos y las baterías antiaéreas, así el ejército podría avanzar a toda velocidad por la frontera y realizar una guerra relámpago cuyo objetivo era detener la mayor cantidad posible de soldados sudafricanos. La idea no fue del agrado del general ruso porque básicamente era copiar un modelo de guerra nazi, pero se abstuvo de decir algo. Sólo dijo que a él le gustaría que separadamente de los soldados cubanos estuvieran los Spestnaz (soldados élite). 

Este comentario no gusto nada a Risquet y a León, quienes pensaron que los rusos los veían por debajo del hombro y quizá querían llevarse una victoria individual, por lo que argumentaron que los Spestnaz podrían ir junto con los soldados cubanos. El ruso dijo que no, que estos irían en misión de destruir las comunicaciones de los afrikáners y de resolver posibles inconvenientes que pudieran surgir durante el día, pero dijo a los cubanos que no se preocupasen, que ellos estarían ahí para apoyar, no para llevarse ningún crédito. Esto tranquilizó a los cubanos, quienes sintieron que les habían leído el pensamiento. Apenas empezase la acción, fusilarían al traidor.

Se decidió que el mando único estaría bajo León, de hecho Risquet no tuvo problema alguno con ello porque en cierta medida tenía miedo de que las cosas no fuesen a salir bien. Se programó que los soldados serían movilizados de noche para evitar que fuesen vistos o emboscados y dormirían en campamentos del MPLA (Movimiento Popular para Liberación de Angola) que estaban cerca de Namacunde, ciudad que era dominada por el FNLA (Frente Nacional para la Liberación de Angola) quienes no eran aliados de Sudáfrica pero si mantenían comunicación con los afrikáners. 

El plan era evitar Namacunde para no caer en una innecesaria batalla contra las fuerzas guerrilleras, sino apostarse en la frontera y esperar la entrada de los soldados sudafricanos y embocarlos. A otro grupo se le llevó al parque natural Coutada do Longa Mavinga que estaba a unos 20 minutos de Rundu que era la primera ciudad en Namibia. La idea era luchar en la frontera angoleña y luego avanzar hacia Oshakati, Tsumeb y entre unas tenazas plantear batalla en Grootfontein y tomarla. Una vez hecho esto se tomaría Otjiwarongo donde se pararía la acción y se llamaría a la diplomacia para que empezase las negociaciones de paz. Después del último pueblo mencionado estaba Windhoek, donde yacía toda la población blanca del territorio, tanto los alemanes de la colonia como los afrikáners.

Por parte de los sudafricanos, la información que tenían era que se preparaba un ataque inminente en dos días. Ellos sopesaron atacar al día siguiente ya que tenían toda la frontera asegurada, pero prefirieron recabar inteligencia como lo aconsejó el asesor israelí Yair Klein, quien era uno de los mejores oficiales hebreos que había en el momento. Años más tarde iría a Colombia a entrenar a los paramilitares de derecha.

Mandaron aviones de reconocimiento a recabar inteligencia sobre cuántos efectivos habría de parte del enemigo y cómo sería la situación de sus tanques. Esto llevaba unas 6 horas normalmente, las cuales se respetaron ya que se tenía mucho temor de lo que pudiese pasar y se esperaba una inteligencia bien recabada. La situación de las tropas sudafricanas era de alerta máxima. El informe arrojó que apenas había dos tanques a las afueras de Namacunde y que el resto era alrededor de dos pelotones acechando Namacunde y uno solo a las afueras de Rundu. Esto dio una alegría en los generales Johannes Geldenhuys y Georg Meiring ya que la amenaza no era tan seria.

Yair Klein indicó que no deberían esperar que los cubanos atacasen sino que deberían ser ellos quienes llevasen la iniciativa, acabar los tres pelotones y tomar Menongue y Cuvelai el mismo día, luego tomarían Huambo y la ciudad de Lobito sería tomada por un desembarco masivo de soldados y ahí de manera de tenazas avanzarían hacia Luanda donde tomarían ya el país entero. Para ello pedirían la participación de Zaire y Zambia. Mejor no podía ser para los descendientes de los Boers, quienes ya soñaban con acabar la guerra e ir a dormir tranquilos y ocuparse solo de los desfiles militares y de reprimir a los del grupo de Mandela. 

No obstante, Yair Klein repensando todo volvió a intervenir y dijo que lo de los tanques le parecía muy raro. ¿Cómo pensaban adentrarse en territorio enemigo con tan pocos tanques sabiendo que los sudafricanos tenían apostados en la frontera unos 100 acorazados?  Dijo: “Aquí hay algo que no huele bien y deberían tener cuidado. Si yo fuese ustedes, estaría mañana mismo bombardeando Luanda, ganando tiempo para recabar más información sobre el plan de los cubanos.”

Los generales afrikáners se negaron, porque sabían que esto no sería aprobado desde Pretoria por el miedo a que fuesen señalados como criminales de guerra. Ya suficiente tenían con las sanciones producto de la política racista del estado sudafricano. Lo que si concertaron fue en llamar a Andreas Lichtenberg, quien era el jefe de los cuerpos especiales del ejército. Se le consultó y su respuesta fue similar a la de Klein, pero dijo que si enviaban a los equipos de élite podrían neutralizar cualquier amenaza o en su defecto detenerla.


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