¿Y ahora qué?

 

Después de dos meses de cuarentena, el mundo se debate todavía sobre qué hacer para combatir el virus, que ha parado a gran parte del mundo. Muchas son las preguntas de los ciudadanos, entre ellos la que más suena es ¿Y ahora qué?

 

Varios países están lidiando a su manera contra el virus, ahora el foco esta en encontrar algún medicamento o tratamiento que disminuya o desaparezca los síntomas del coronavirus. En algunos países le quitan el polvo a tratamientos que funcionaron contra la malaria, otros utilizan tratamientos que se usaron contra el ébola y el virus de Marburg (hasta ahora el más peligroso que ha habido en la historia).

Lo cierto es que no hay una seguridad en cuanto al procedimiento, se sabe que las medidas de distanciamiento y el uso de mascarillas generan un control sobre el número de infectados y evita que se llenen los hospitales, pero aún la mortandad no se ha podido controlar como se quisiera. También, otra duda  que existe tiene relación con el suministro de datos por parte de los estados, lo que ha aumentado la incertidumbre y la desconfianza de los ciudadanos con respecto a sus países. 

La estrategia china

China vendió en un principio la imagen de que había combatido con éxito al virus, pero una vez que los científicos y expertos comenzaron a analizar las cifras que aportó el gobierno de Pekín sobre contagios y muertos, la comunidad internacional se dio cuenta que mentían y por ello, se evitó darle mucha importancia a lo que decían los voceros de este país y se empezó a crear canales de comunicación directa con los médicos de los hospitales de Wuhan. 

Afortunadamente, la estrategia china no dio en el clavo, porque de haberlo hecho, hubiese significado la propaganda de un modelo antidemocrático y antiliberal, lo cual hubiera fortalecido las posturas en contra de la democracia dentro del mundo occidental, en pocas palabras, hubiesen ganado más notoriedad el fascismo y el comunismo. 

La guerra por la vacuna

La carrera por el país que llegue a tener primero la cura se asemeja un poco, a la que tuvieron los países en la segunda guerra mundial para obtener la bomba atómica, afortunadamente, ahora hablamos de vacuna para salvar vidas y no de un instrumento para la destrucción. Esto ha hecho que los típicos protocolos de pruebas de vacunas, de exámenes, de seguimiento y estudio se hayan reducido en tiempo, lo que lleva a muchas personas a cuestionarse sobre la efectividad de la próxima vacuna, algunos incluso aluden que no se la pondrán, porque no creen en su eficacia y esperarán mejor a una que salga en la próxima primavera.

La ciencia en este caso, no tuvo una respuesta adecuada a la pandemia que se desarrolló y en cierta medida, redujo la creencia de que la ciencia tiene respuestas para todo y si no las tiene, las tendrá. Pero algo cierto, es que el mito de los tiempos para probar una vacuna va a caer y ahora se verá que los protocolos van a cambiar, además, lo que se conoce como salud pública va a empezar a adquirir mayor importancia para los estados. Aclaro que cuando hablo del término "salud pública" me refiero no a la atención gratuita en los hospitales, sino a las medidas de prevención, de mejora de la salud colectiva de cara a evitar futuras pandemias. 

¿Y ahora qué? 

Los medios de comunicación fueron una fuente no controlada de rumores, de opiniones de charlatanes, de expansión de informaciones falsas y de la creación de una sensación de incertidumbre y estrés colectivo en las dos primeras semanas de la cuarentena. Si hablamos de lo que fueron las redes sociales, pues podemos decir que ahí se desató el pandaemonium, ya que surgieron infinitas teorías que hablaban sobre lo que estaba pasando y la cuarentena se convirtió en una guerra de bulos, lo que generó que muchas personas dejasen de escuchar los medios de comunicación y los usasen sólo para ver cosas graciosas o de ocio.

La crisis más grave que se desató, fue la incertidumbre. Es muy curioso que un virus con una tasa de mortalidad baja haya generado estos niveles de locura colectiva. 

La vía sueca

Parece ser que el único país que se alejó un poco de toda esta locura fue Suecia, que de la mano de los científicos Johan Giesecke y Anders Tegnell dijeron que el virus se propagaría de cualquier modo y lo mejor era dar medidas voluntarias de control y suspender actividades de masa, pero sin parar la industria productiva del país. Esto le valió al país nórdico el descrédito y la guerra mediática de todos los medios de comunicación mundiales, los cuales a cada rato publicaban noticias negativas sobre el reino del norte.

Las comparaciones de cifras de muertos de Suecia con respecto a sus vecinos, Noruega o Dinamarca no dejaban de verse todos los días como un fracaso, ya que los números eran muy negativos para los suecos. Pero si comparamos a Suecia con un país de población similar como lo es Bélgica, podemos analizar en frío el tema. Bélgica fue un país muy afectado por el virus y tuvo un lockdown, no tan fuerte como lo fue en el Mediterráneo, pero se limitó el movimiento de sus ciudadanos en cierto punto. Las cifras de este país son mucho más altas que las que tuvo Suecia y aquí podemos observar que lo más importante para controlar una pandemia es primero, controlar la locura colectiva que genera la información, segundo, dar medidas destinadas a evitar la propagación, tercero, pensar en el futuro y esto es, defender los puestos de empleo de los trabajadores. 

Sin embargo, no quiero dejar por sentado que esto fue la panacea a la crisis, considero que a futuro debe abrirse una investigación y resolver todos los misterios que generó esta situación y aclarar efectivamente quien apostó por el mejor modelo de combate al virus.

Salud mental colectiva

La salud no es sólo la física, sino también esta la psicológica, por ello los medios de comunicación tienen que tener una ética, donde respeten la salud mental de las personas. Con esto no quiero predicar en contra de la libertad de expresión, pero sí me pronuncio en contra del libertinaje de lo que se pueda decir en un medio. En el día de hoy, por ejemplo, una persona no puede salir en un canal de televisión llamando al genocidio, del mismo modo, un medio debe dosificar los contenidos que da, con el objetivo de ayudar a la salud mental colectiva, esto al menos, en tiempos de emergencia. 

Para finalizar, después que tengamos la vacuna y los Estados Unidos y la OMS decreten el final de la pandemia, habrán cambiado muchas cosas. Si a cada rato nuestro cerebro se pregunta sobre qué hacer, la respuesta más prudente es esperar y no caer en la disociación. De esta experiencia se tiene que salir con muchos aprendizajes que servirán para mejorar el mundo en el futuro cercano.


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