El hombre que consolidó a Caracas
Pocos años luego de la fundación de Caracas, la misma se halló desamparada, lista para sucumbir en cualquier momento a un ataque de las tribus Caribes. Este fue el momento cuando hizo su entrada en el asentamiento Garci González de Silva,
hombre que le devolvió la tranquilidad no sólo a Caracas sino a gran parte de
la Provincia de Caracas.
Caracas había quedado indefensa
frente a la ida de su fundador y protector Diego de Losada, que había partido a
Santo Domingo en la búsqueda de un mejor destino. Los pocos hombres que para el
momento tenía la ciudad se reúnen en el Cabildo para discutir sobre el qué hacer frente
a la amenaza que representaban las tribus dispersas que quedaban aún sin
someter luego de la derrota de la unión armada que hizo el cacique Guaicapuro. Se temía que tarde o temprano cayesen sobre
Caracas, acabando con la iniciativa que representaba este asentamiento en ese
fértil valle con un clima de eterna primavera.
La institución resolvió conseguir
pronto un defensor que pudiera hacer frente a la posible amenaza aborigen. La
situación era similar en toda la Provincia de Venezuela. Dos opciones tuvieron,
esperar la respuesta de Santo Domingo o buscar a algún valiente español (que no
faltaban) dentro de la misma provincia.
Hubo comentarios de gente que
solía viajar a Nueva Valencia del Rey, quienes recordaban de una expedición comandada
por un tal Maraver de Silva, de la cual gran parte de sus soldados habían
desertado, lo cual indicó que habían jóvenes soldados disponibles que podrían
ayudar a la defensa de Caracas.
Se envió a un
mensajero a Valencia cuya misión fue entrevistarse con el cabecilla de este
grupo de soldados. El jefe de estos desertores era un extremeño, sobrino de
Pedro Maraver de Silva, pero con una reputación de soldado valiente ya que se conocían
los rumores de que en el viaje con destino al Nuevo Mundo había hecho rendir a una embarcación de corsarios franceses en Tenerife.
Días después Gabriel de Ávila (habitante de Caracas) fue
enviado para buscar a Garci González de Silva y sus hombres y guiarlos hasta la
ciudad de Santiago de León de Caracas. Cuando el
joven entró en el asentamiento fue
recibido con un gran entusiasmo. Las mujeres le tiraron rosas y algunas suspiraron,
no sabemos si por admiración o por temor. Dicen que estaba acompañado de
ochenta hombres, de los cuales la mayoría eran de Extremadura. El mismo Garci
era originario de Mérida, la antigua ciudad romana de la Península.
Su primera acción bélica en la
provincia la realizó al frente de 30 hombres, en la pacificación de los
Toromaimas, tribu que se encontraba en las cercanías de la ciudad. Los ibéricos fueron guiados por un joven desertor del mismo grupo aborigen, que los llevó al
reducto donde se encontraban los indígenas descansando en plena noche. Tomándolos
por sorpresa, los españoles atacan y Garci González conociendo de antemano
quien era el líder de la tribu, se fue en la búsqueda del Cacique produciéndose
una dura lucha entre ambos. El Cacique logró asestar un duro golpe en el rostro
del europeo y aprovechó la ocasión para escapar lanzándose por un barranco. El
extremeño apenas reponiéndose, bajó la empinada y lo alcanzó logrando ponerse
de nuevo en lucha, momento en el que le clavó una puñalada al jefe Indio, que
del golpe se desmayó aunque el español lo dio por muerto.
La sorpresa fue cuando tiempo
después el Cacique se presentó en la ciudad, ofreciendo la paz y la rendición
formal. Garci González debido al respeto que le tuvo, inició una fuerte amistad
con el líder Toromaima. Cada vez que éste visitaba la ciudad, se hospedaba en
la casa del capitán hispano.
Dentro de los métodos de Garci
González para derrotar a su enemigo cupo cualquier cosa que tuviera a su
alcance. Si algo podríamos resaltar en él, fue su pragmatismo en la hora de la
lucha. Se recuerda el episodio cuando tuvo detenido al indio Conopoima: se le mandó
a que convenciese a su tribu de que se rindiesen bajo la amenaza de cortarle la
mano en caso de que no lo hiciera. Aquí el aborigen demostró una valentía
espartana dado a que alentó a su grupo a que atacasen a los españoles,
regresando luego al campamento hispano ofreciendo su mano para que fuese
mutilada. Otro caso de mención fue cuando los Caciques Conopoima y Acaprapocon
se rindieron cuando una cuadrilla del militar extremeño secuestró en escaramuzas
a las hijas de estos dos. Por temor los líderes aborígenes se sometieron bajo
la condición de que les devolviesen sanas a sus pequeñas.
Pero cuando la única opción fue
el combate, nunca dudo en enfrentarse cuerpo a cuerpo con quien se tropezase en
su camino y muchos Caciques cayeron por causa de su espada. Los que se
rendían en pleno combate les era perdonada la vida.
Este fue el caso del Cacique
Parayauta, el cual siendo derrotado por el propio Garci González, fue
encarcelado, pero luego el Pacificador le curó las heridas y le dio un
buen trato, quedando el líder indígena agradecido y por esto, convenció a otros
jefes indios con los que tenía contacto, de que se sometieran al poder de la
Corona Española.
Luchó contra los Cumanagotos en
el oriente del país, aunque a estos no los pudo someter, pero más que por
derrotas fue por falta de tiempo, ya que los derrotó en dos pequeñas batallas
pero sin lograr su sumisión, dado a que era requerido por el Gobernador en Caracas para que volviese a la ciudad. Defendió también la ciudad de Valencia, la cual era
constantemente violentada por asaltos de tribus Caribes aledañas. Este último caso al parecer llenó de ira al
español que luego de someter a las tribus, mando a empalar a los sobrevivientes.
Luego de las muchas victorias de
González de Silva (aunque también tuvo derrotas) el Cabildo le dio
en recompensa por sus servicios tierras en La Vega de la ciudad. Poseía tierras también por
la Quebrada Anauco, por el Valle de Salamanca (hoy Valles del Tuy) y por Cagua.
En La Vega levantaría una casa,
que es hoy la conocida “Hacienda La Vega”, donde paso gran parte de sus días ya retirado de las faenas castrenses. Llegó a ser uno de los primeros
terratenientes de la Provincia de Venezuela. Con estos terrenos obtuvo
encomiendas en el Valle de Salamanca y en La Vega.
Luego de todo esto empezó su
carrera en el Cabildo de Caracas, la cual fue muy exitosa. Imaginamos que esto
fue debido a sus aciertos en la pacificación de las hostiles tribus indígenas.
Para 1590 es nombrado Depositario General; en 1592 fue Regidor Perpetuo y
Alcalde Ordinario. Se sabe también que fue Tesorero y Secretario del Cabildo.
Finalmente en 1596 ejerció el cargo de Procurador del Cabildo.
En 1611 el Gobernador García
Girón le dio el título de “Maestre de
Campo General de toda la Provincia”. Consta en documentos del Archivo de
Indias, que el gobernador Diego de Osorio escribió sobre Garci González
diciendo que había prestado auxilio a la Ciudad de Caracas en un momento muy
crítico para esta.
Frente a lo que hemos visto, nos
encontramos a un hombre con la típica mentalidad de soldado español del siglo
XVI, es decir una persona muy guerrera, que no le temblaba el pulso para
empuñar su espada y que en plena batalla podía perder el juicio frente a la
ira. Pero también nos topamos con un estratega, que podía aplicar intrigas o
cualquier tipo de arma para lograr su misión al igual que como lo hizo años
antes su paisano Hernán Cortés en
México.
González de Silva sin duda alguna
fue un ferviente católico, como se puede comprobar cuando estando por Píritu,
fue sorprendido en plena misa por un asalto de los Cumanagotos. También vemos
que perdonó la vida de varios Caciques al rendirse.
Hechos como el curarle las
heridas a su adversario demuestran que este personaje extremeño era el
prototipo de hombre con mentalidad caballeresca cuyos valores supremos eran
Dios, el honor, la honra y la gloria.
Murió en 1625 estando casado con
Doña Beatriz de Rojas.
Comments
Post a Comment