El mejor café que tenga (Parte I)



Mucho tiempo tenía Arnaldo Castells que no veía su país, la tan ansiada Cuba que siempre recordaba con un clima agradable y un sol sin nubes. 
Ahora a miles de kilómetros de distancia, se encontraba en Angola interviniendo en una aventura que consistía en asistir a la guerrilla angoleña contra el ejército sudafricano del Apartheid, quien para defender sus intereses en Namibia, había decidido invadir Angola e imponer su orden ahí.

Arnaldo era un hombre de unos treinta y cinco años, blanco aunque con la piel curtida por todo el sol que había llevado tanto en las playas cubanas como en su experiencia militar en África, así como llevaba un mostacho negro como su cabello. Era el encargado de los suministros del ejército cubano, es decir tenía que encargarse que la comida llegase todos los días a los soldados así como del aprovisionamiento de armas cuando fuese necesario, en lo que era muy responsable. Había estudiado derecho de joven, aunque por haber dado su apoyo a la revolución cubana, había sido becado para estudiar en la Universidad Patricio Lumumba en Moscú. Ahí aprendió ruso, y se graduó con honores en Ingeniería Civil y Administración de Recursos. Una doble titulación que le dio un prestigio, el cual sabía él mismo que al regresar a Cuba iría a trabajar en un puesto alto en algún ministerio. Sin embargo, no fue así, ya que al terminar su experiencia en Rusia, fue enviado a la embajada cubana en la República Democrática Alemana. Aquí fue aprendiz del responsable de la parte de cifrados y encriptación. Tuvo que hacer otro curso, esta vez de sólo seis meses sobre encriptación, el cual le fue dado por el Ministerio para la Seguridad del Estado, popularmente conocido como STASI. También recibió lecciones intensivas de lengua alemana, la cual fue un poco difícil para Arnaldo, quien la pronunciaba con un claro acento de alguien que habla la lengua española. 
Aunque en un principio su estadía en Berlín fue difícil, ya que salvo sus camaradas de la embajada, no tuvo contacto con mucha gente, resultó que un día fue a una excursión en un pueblo cerca de Leipzig, donde conoció a Eva Sammer, quien era en aquel momento una profesora de literatura española en la Universidad Karl Marx de Leipzig. Al conocerse, obviamente Arnaldo se sintió atraído por esa rubia alta, que tenía unos ojos verdes además de una inteligencia prodigiosa y hablaba la lengua de Cervantes. Para Eva, quien no había salido jamás en su vida de la Alemania Oriental, este chico le pareció interesante, aunque su interés aumentó cuando la segunda vez que se vieron el chico la hizo reír mucho y la llevo a bailar salsa cubana, a lo que ella no sabía pero el caribeño se las apañó para enseñarle un poco.

A los dos meses ya eran novios y todos los fines de semana Arnaldo viajaba a Leipzig para visitar a Eva. Así estuvieron unos seis meses cuando Arnaldo le propuso matrimonio, a lo que ella aceptó con mucha alegría. Ya el alemán de Arnaldo había mejorado considerablemente, ya que había hecho el proceso de inmersión en la lengua, por lo que siempre buscaba conversar en sus ratos libres con alemanes, así como escuchaba música de los Puhdys en casettes, la cual era una de las pocas bandas de rock permitidas dentro de la R.D.A. Y solía leer los escritos de Karl Marx en su lengua originaria, aunque también en secreto tenía la Biblia escondida dentro de sus libros. Por ello pudo hablar con los padres de Eva quienes eran originarios de Rostock y eran luteranos conservadores, aunque callaban sus ideas personales por miedo a la represión socialista. Fue una comida donde participaron los cuatro y Arnaldo pidió la mano de Eva a su padre, como era la tradición. 

Así a los ocho meses de haberse conocido ya se casaban ante las autoridades de la R.D.A. Eva había pedido traslado para trabajar en Berlín y así vivieron juntos en esta ciudad por un tiempo, hasta que el gobierno cubano pidió que fuese trasladado a La Habana. Al escuchar la noticia Arnaldo se alegró aunque se preocupó a la vez de la opinión de Eva, porque quizá no le agradaría la idea. Al comentarle esto, Eva dio un salto y se alegró mucho y a la hora ya estaba haciendo las maletas. Los padres de Eva también se alegraron ya que pensaron que la situación en Cuba sería mucho mejor que la de la R.D.A.

En La Habana, Eva conoció a sus suegros, quienes eran unos catalanes que habían emigrado a Cuba luego de la guerra civil española. Al día siguiente se le mando a que asistiera a un curso de lengua portuguesa dado por un profesor portugués, un viejo comunista. Esta decisión le impresionó un poco a Arnaldo quien no entendía del porque de esto pero lo aceptaba. Pero en su curso había unos ciento cincuenta camaradas suyos. Luego de las seis de la tarde tenían cena con los estudiantes de intercambio de Angola y Mozambique, con los que hacía la práctica del idioma.

Así en unos meses se le comunicó que iría a Angola a luchar por la libertad del pueblo angoleño y a defender la revolución que ahí se había dado. En este país pasó unos cuatro años luchando. Cuatro años que no vio a su esposa, ni a sus padres ni a su país. Ni siquiera había podido ver el mar, cosa que echaba de menos mucho. Cuando ya el ejército cubano logró recuperar Luanda, pudo volver a ver el mar y pidió permiso a sus superiores para poder bañarse en estas aguas. El ejército cubano movilizó sus oficinas a un edificio en Luanda, el cual era un hotel de una relativa importancia ya que tenía varias salas de congresos, las cuales eran usadas por los oficiales cubanos. En los alrededores del llamado "cuartel general" había una gran cantidad de bares y restaurantes.  Un día en un bar de la ciudad, Arnaldo vio a una mujer blanca, posiblemente europea de cabello oscuro que le llamó la atención. Hay que resaltar que las únicas mujeres que había visto hasta ahora eran solo las guerrilleras angoleñas. Así que ver una chica diferente causó un impacto en Arnaldo.

En el bar se bailaba Kizomba, a lo que de inmediato el cubano se levantó y le ofreció a la chica bailar. Arnaldo no bailaba este ritmo pero intento apañárselas con lo que sabía de salsa, a lo que se sorprendió cuando fue la chica quien le dio a él el ritmo y le enseño algunos pasos, ya que se baila mucho más despacio que la salsa y más cerca. Al terminar la canción ambos se presentaron. La chica se llamada Silvia, era portuguesa, según su historia era una turista que amaba Angola y solía pasar allá todos los diciembres. Ella notó que él no era de ahí por su acento portugués, el cual era claramente de un no nativo. Hablaron toda la noche y durmieron juntos. 

Al día siguiente en el Chá de Caxinde se encontraron de nuevo y Arnaldo pidió al camarero, que les sirvieran el mejor café que tuviesen. Así en un momento, luego de reír mucho, la mujer se puso seria y le dijo que le acompañase a la habitación de su hotel, donde se alojaba. Arnaldo aceptó y la acompañó. Al llegar a la habitación la mujer sacó una pistola y lanzó una cinta en la cama y le dijo a Arnaldo: “Ahí está grabado todo lo que ayer sucedió. Si no quieres que tu esposa se entere es mejor que empieces a colaborar con nosotros, somos la inteligencia sudafricana”. Arnaldo sin aliento en la boca sintió que haber conocido a esta mujer fue el peor error de su vida. Su vida se debatía ahora entre su matrimonio o la lealtad a su país. Nunca se imaginó que tan bajo pudiese caer el ser humano en una guerra.

*Sigue

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